Mi primera infidelidad

Fue con Mario, un amigo del trabajo de mi esposo.

Sucedió en agosto del año pasado. Mi esposo cumplió años y decidió hacer una comida en casa para festejar sus 30 años de edad. Invitó a varios de sus amigos y a algunos familiares. Algunos de sus amigos llegaron con sus esposas, pero Mario, aunque es casado, llego solo. Ël, Mario es un tipo apuesto y dos años más joven que mi marido y aparte, es su mejor amigo.

Desde muy temprano Javier (mi esposo) comenzó a tomar cervezas con sus hermanos y ya cuando llegó la comida, andaba un poco mareado. Antes de que llegara la comida me alisté para estar al pendiente de toda la logística de la fiesta.

Procuré vestirme algo coqueta, no sólo para gustarle a Javier, sino para verme bien para los invitados. Una blusa delgada y de tirantes, así me lucen muy bien las tetas. Una mini falda con vuelo a medio muslo, unas pantimedias satinadas en color natural, una tanganazo color piel y unas zapatillas con tacón de 10 cm. No es por nada pero definitivamente acaparaba miradas, tanto de hombres como mujeres; pero en especial, las miradas de Javier, que con cualquier invitado que llegaba, me presumía toda, simplemente que yo era su mejor regalo.

Mario llego después de la comida; en realidad él no comió en casa. Según alegó, que estaban por venirse de casa y tuvo una discusión con su esposa, inclusive, casi lo obligó a comer y después lo dejo vestido y alborotado, pero eso a él no le impidió llegar a casa.

Poco a poco y conforme iba pasando el tiempo, la gente se iba retirando de casa y Javier cada vez estaba más ebrio; especialmente cuando comenzó a tomar tequila, justamente el regalo que Mario le había hecho.

Eran casi las 11 de la noche cuando Javier quedó completamente dormido en la sala. Mientras Mario me ayudó a ordenar parte del desorden que había quedado en casa. Terminando me senté junto a Javier y Mario se quedó sentado en el sillón de enfrente. Me invitó un tequila y la verdad creo que si lo necesitaba, casi me lo tomé de tres tragos. Después tome dos o tres más, igual que Mario.

Le dije, me vas a disculpar, no soy grosera, pero estoy cansadísima, me quiero quitar las zapatillas, me duelen mis pies. Cuando me quité las zapatillas él no dejaba de verme los pies. Me dijo, si gustas, te puedo dar un masaje; como no vi nada malo en ello, acepté. Se acercó a mí y comenzó a sobarme la planta de los pies. Algo me platicaba, la verdad no lo recuerdo muy bien, pero sentía tan rico y satisfactorio que poco a poco me fue ganando el cansancio y comencé a cerrar los ojos.

Probablemente me quedé dormida unos 5 o 10 minutos. En realidad reaccioné cuando sentí que las manos de Mario estaban en mis muslos, por debajo de mi falda. No es por nada, pero las acariciaba tan rico que no pude resistirme. Abrí los ojos y me le quedé viendo a sus ojos, él no se apartó, al contrario, me dijo, que hermosa y sabrosa estas. Me obligó a abrir las piernas y metió su cara en medio y por encima de las pantimedias y la tanga, me mordisqueaba mi panocha.

Así lo hizo durante un buen tiempo y comencé a mojarme. Mientras Javier roncaba como león.

Mientras él tenía su cara en medio de mis piernas yo le acariciaba la cabeza y la empujaba más hacia mi; es un experto. Se levantó del piso, se puso frente a mí, se abrió el cinturón y se bajo el pantalón. Le acaricié la verga por encima del bóxer y cuando se lo bajé me di cuenta que tenía una verga preciosa; gruesa y más larga que la de mi marido. Le di unos besito y después me la metí toda en la boca. Se lo mamé como unos 5 minutos hasta que sentí que le comenzaba a salir baba; deje de mamarle la verga y le dije, ya esta lista.

Lo llevé de la mano hasta el sillón de enfrente, se bajó todo el pantalón y se sentó. Yo me subí la falda y bajé mis pantimedias y mi tanga hasta mis rodillas, me senté en la verga de Mario dándole la espalda muy despacio, pero cuando sentí su cabeza dentro de mí, me dejé ir de un solo sentón, la tenía toda hasta adentro y si, la verdad es que la tiene más rica que mi esposo. Movía mis caderas muy suavemente en forma de círculo, él subió mi blusa y me sujetaba de las tetas. Comencé con un movimiento más agresivo; me levantaba y me dejaba caer de manera pausada, cada vez la sentía más rica. Incrementé la velocidad y cuando estaba a punto de tener un orgasmo me apretó muy fuertes las tetas y me dijo, me vengo, me vengo.

Fue tal mi excitación que nos venimos juntos, algo que casi nunca sucede con mi marido. Me quedé sentada un su verga hasta sentir que ya no le quedaba leche; después me hinqué y muy suavemente metí su verga en mi boca para limpiársela; el semen que le quedaba me lo fui tragando poco a poco.

Me levanté, me puse la ropa como pude y le agradecí con un beso; fue ahí que me confesó que su esposa no quiso ir porque tiene celos de mi.

Se arregló, me ayudó a llevar a mi esposo a la cama y en seguida se fue, pero desde entonces él se ha vuelto mi amante de cabecera.

Cada vez que tiene oportunidad me busca o me llama a diario. Hemos salido en algunas ocasiones y la verdad es que mi esposo ni cuenta se ha dado y por mi seguridad y la de Mario, espero que nunca lo sepa, pero eso sí, los orgasmos que me hace tener Mario, son increíbles, creo que me coge mejor él que mi marido, aunque, para que mi esposo no se entere, cuando me quiere coger, se lo permito sin problema alguno.

 

 

 

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